
Llegamos a una de las lunas más poderosas e intensas del año. Si Tauro nos invita a sumergirnos en los 5 sentidos y en el gozo de la materia, Escorpio su signo opuesto, nos empuja a trascenderla, a comprender que tiene fecha de caducidad.
La conexión entre el placer y el dolor es la misma que existe entre la vida y la muerte. Cuerpo y espíritu. Cielo y Tierra. O en este caso, más bien agua y tierra.
El agua que representan las emociones subterráneas que esconde Escorpio frente a la bella voluptuosidad de las formas taurinas.
Cuánto más grande, frondoso y abundante es un árbol, más enterradas están sus raíces. Más profundas e invisibles. Sólo vemos aquello que se muestra visible en las superfícies sin embargo se sostiene sobre lo oculto. Igual que un iceberg.
Escorpio conecta con ese oculto e invisible, con lo enterrado y sumergido, con el más allá de la vida, de la materia, de lo tangible.
La impermanencia frente a la temporalidad. Y este maravilloso eje es el que escogió Buda para nacer, morir e iluminarse. La llamada luna ‘Wesak’.
Si Tauro representa lo sólido e inmóbil, Escorpio representa el cambio. La paradoja es que a menudo sólo cuándo permanecemos en la quietud, nos transformamos. Decía Rumi que aquello que buscas también te está buscando a tí. Y sólo si te quedas quieto, te encontrará.
Esta es una luna para ir hacia dentro y re-conectarnos con nuestra esencia inmortal. con nuestra alma. Da igual si crees o no en algo trascendente. Somos perecederos. Mortales. Y vivimos como sino lo fuéramos. Esa es la cuestión.
Por tanto también es una buena oportunidad para tomar conciencia de ello. De que estamos aquí de paso, para lo bueno y para lo malo. Y en los peores momentos también puedes pensar ‘esto también pasará’.
Vivir el ahora porque somos efímeros y al mismo tiempo tomar conciencia que somos mucho más que un cuerpo y una biología. Esta es la propuesta del eje Tauro-Escorpio.
Es una luna de intensidad emocional máxima. Que puede removernos las entrañas, hacernos bajar al infierno, al reino de Hades, para evaluar también si algo debe morir en nuestras vidas. Todo cambio importante conlleva un duelo. Pero aferrarse a aquello que ya no tiene cabida en nuestra vida, puede ser mucho más doloroso y tóxico.
La toxicidad también es una especialidad escorpiana. Pero como decía Paracelso, médico alquimista, ‘El veneno y el remedio son el mismo principio’.
Conectar con uno u otro depende de cada uno de nosotros. Y en esa polarización a menudo nos perdemos… Nadie (o casi nadie) admite su propia toxicidad. A nadie le gusta su sombra. Es más fácil ver la de los demás. Pero todos tenemos una zona Escorpio en nuestra propia carta natal… y por tanto, una zona de sombra que esta luna nos invita a mirar de frente. No hay luz sin oscuridad.
Hacerlo requiere valor, porqué el tabú escorpiano da miedo. Un miedo a menudo irracional. Inconsciente. No sabemos quizás ni de dónde proviene. Son nuestros verdaderos fantasmas. Y nos piden nuestra mirada. A veces encontraremos culpa, rencor, verguenza, anhelo de lo perdido, heridas de traición… Abrázalo todo. Eso también eres tu. Abrázalo y entrégalo. Y encontrarás Magia en ese proceso.
Drenar nuestros duelos. Aquellos que nos impiden disfrutar de la Vida. Practicar el desapego, sin renunciar a quien somos en esencia. Alquimizar nuestro dolor para convertirlo en oro.
Sentir que somos más que un cuerpo y sus cinco sentidos. Somos almas habitando cuerpos. Como dijo Pierre Teilhard de Chardin ‘Para comprender el espíritu, uno debe haber estado inflamado por la pasión por la materia’.
Así que sí, somos todo. El Bien y el Mal. Placer y Dolor. Luz y Sombra. Mortales e Inmortales.
Ambas energías, Tauro y Escorpio, son femeninas. Venus, regente de Tauro, participa de este cielo junto al Sol, Urano y Mercurio. Y la oposición a la Luna en Escorpio forma un triángulo de rendimiento cuyo vórtice es Saturno en Acuario.
Traducido sería la oportunidad de re-construirnos libres de dolor y apegos. Si queremos edificar algo nuevo (Acuario) es imprescindible soltar viejas heridas, amarres invisibles que nos impiden avanzar. Urano está de nuestro lado. El incansable liberador Prometeo que pugna por romper cadenas y entregarnos el fuego de los dioses. Pero Saturno es mucho Saturno. Y ahí tenemos todas las resitencias a movernos. A integrar la propia autoridad que seguimos proyectando fuera.
Si salimos del victimismo, crecemos y nos empoderamos, la energía está disponible para cambios muy profundos.
Esta misma fórmula también tiene otra lectura… no tan prometedora. Siempre existen diversas posiblidades en Astrología, y eso es maravilloso… No tanto este resurgir de movimientos ultraderechistas (también representados por Urano) que amenazan con la ‘muerte’ de los valores que tanto ha costado construir y que se presentan como una alternativa de poder. Y más que un resurgir, me permito afirmar que en realidad aflora lo que ya estaba camuflado desde hace años, y que Plutón, en su tránsito por Capricornio sigue desvelando a la luz. En Catalunya, los conocemos bien.
Así que o lo hacemos nosotros… o lo harán ellos. O resolvemos y afrontamos nuestra sombra, u otros nos la mostrarán afuera. Siempre es así. En lo personal y en lo social.
Que esta luna de agua profunda nos envuelva con su halo de trascendencia, para sentir también que aquello que se transforme en nuestro interior deja un legado más allá de nosotros mismos. Que depurar nuestras sombras, miedos y memorias es dejar un futuro mejor para lo que lleguen después. Aunque nosotros ya no lo veamos. Como el que planta un árbol sabiendo que nunca verá sus frutos.
Eso, también es trascendencia.
Imágen de : Aykut Aydoğdu
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Excelente escrito.
Muchas Gracias por la explicación.
Bendiciones
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Gracias a tí Ana Maria 🙏
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